La Cenicienta

Érase una vez una hermosa joven llamada Cenicienta, a quien su cruel madrastra y sus dos hermanastras obligaban a ocuparse de las labores más duras del palacio, como si fuera la última de las criadas.

El hijo del Rey celebró un gran baile. Cenicienta ayudó a sus egoístas hermanastras a vestirse y peinarse para la fiesta. Cuando se hubieron marchado, la pobre niña se echó a llorar amargamente porque también le hubiera gustado ir al baile del Príncipe.

A Cenicienta se le apareció su hada madrina, hizo una carroza con una calabaza, convirtió seis ratoncitos en otros tantos caballos, una rata en un grueso cochero, y seis lagartos en elegantes lacayos.

Con su varita mágica convirtió a Cenicienta, sus harapos se convirtieron en vestidos resplandecientes, y sus alpargatas en preciosos zapatos de cristal. El hada madrina le advirtió que a medianoche, todo volvería a su realidad.

Cuando llegó al baile, su radiante belleza causó asombro y admiración y el Príncipe no se apartó de ella ni un solo instante, hasta que poco antes de la doce, Cenicienta tan feliz con su Príncipe, casi olvida que a las doce terminaba el hechizo. Cuando oyó la primera campanada de las doce, echó a correr a toda leche y con las prisas tropezó por las escaleras, se le rompió el pu... zapato de cristal y Colorín Colorado...


Comentarios

  1. Pobrecilla ... que mala pata, es que a quién se le ocurre darle a esta pobre un zapato de cristal, lo dicho pa matarse...

    Besitos.

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