El Mercenario, Miguel Gila


Antes de contarles nada, voy a hacer una llamada muy importante, porque tenemos un follón con la guerra que no nos aclaramos. Y todo lo tengo que hacer yo, el general se pasa el día con los prismáticos oteando los balcones y diciendo: «¡Huy, cómo está ésa!». Nunca mira para las trincheras, siempre a los balcones, pero llega la hora de repartir las medallas y todas para él.

Empieza: «Dame ésa, y ésa y ésa y la redonda, ésa no, que la tengo repe».
Yo tengo ésta porque me la dio un cura, le dije: «Padre, deme una medallita», y me la dio, es de San Antonio, y está dedicada por detrás, dice: «A Gila, con un abrazo de su amigo San Antonio». Y ésta sí que no la tiene nadie, ni Franco, que tenía el brazo de Santa Teresa, pero sin dedicar. Y no será porque no me las merezco, porque mato yo…, no es por chulearme, pero cómo mato. Un día, en un combate, le pegué un tiro a uno, y dijo: «¡Que me has dao!». Y dije: «Pues no seas enemigo. ¿Qué quieres que te dé, un beso en la boca?».
Dijo: «Es que me has hecho un agujero».
Dije: «Pues ponte un corcho». Y dijo: «¿Y con qué tapo la cantimplora?». Total, que quería conversación, que viene el coronel y me ve hablando con el enemigo y… Tengo un coronel que tiene una mala leche…

Ahora, también tiene buenos sentimientos. A veces estamos en pleno combate y cruza un ciego o una ancianita y dice: «¡Alto el fuego!», y hasta que no termina de pasar no seguimos.

Yo ya no trabajo para la patria porque es muy aburrido, trabajo como mercenario para Estados Unidos.

Da gloria trabajar para Estados Unidos. ¡Cómo hacen la guerra esta gente! Primero mandan los portaaviones , luego la aviación lanza los mísiles, después la artillería pesada y detrás los tanques, cuando llegamos los de infantería ya está todo barrido.

Bueno, siempre hay algún enemigo que se esconde en un agujero, pero llegamos nosotros con el lanzallamas y le dejamos como un pollo a la parrilla. Y es que los americanos tienen de todo, bazokas, minas, morteros, mísiles con cabeza nuclear, lanzacohetes de bolsillo, submarinos atómicos, galletas, chicles… bueno, de todo. Es una gloria trabajar con ellos.

Yo no sé qué opinión tienen ustedes de las guerras, a mí me encantan, porque te hinchas a matar, y la policía, nada. Un día maté a treinta y tantos, y pasaba la policía y dije: «He sido yo, ¿qué pasa?». Y dijeron: «Nada, nada, perdón». Dejo el tanque aparcado en doble fila, y a ver si tiene pelotas el de la grúa a llevárselo: le meto un cañonazo en la gorra que le jodo pa’vino.

A mí lo que más me cabrea de las guerras son las broncas que tengo con mi mujer cuando vuelvo. Me abre la puerta y empieza: «Mira, mira cómo vienes de guarro, que te fuiste hecho un pincel y mira cómo vienes». Y digo: «Porque nos tenemos que arrastrar por el barro». Y dice: «Pues pon periódicos».

¡Periódicos! Me gustaría verla a ella arrastrándose por debajo de las alambradas, a ver qué hacía con el culo, que cuando vamos de excursión, dice la gente: «Que se le cae a su mujer la mochila», y nunca falta el galante de turno, que dice: «Yo se la levanto». Un día se me presenta en las trincheras con los niños, y digo: «¿Qué haces aquí?». Dice: «Que no encuentro las llaves». La que se armó. El pequeño se tragó una bala, le llevamos al médico de urgencias y éste dijo: «No es grave, pero no apunten a nadie con el niño».Y por si fuera poco, tengo un teniente bizco que me da una vida… Dice: «Yo, donde pongo el ojo, pongo la bala». Y yo todo el día pendiente. A ver dónde pone ese cabrón el ojo, porque es lo que yo digo, si pusiera los dos para el mismo lado, pero es que los cruza y te vuelve loco…

A mí me gusta la guerra por libre, porque trabajar por libre tiene muchas ventajas, me asciendo y me desciendo cuando quiero. Que me levanto de buen humor, me hago coronel; que me levanto con mal sabor de boca, esos días que te despiertas y dices: «Hoy no me encuentro yo muy fino», me desciendo a sargento. La ventaja de trabajar por libre es que te contratas, como yo, con los americanos y no te falta trabajo. Y lo bien que pagan… Yo les cobro ocho dólares el muerto, y devolviendo el casco, dos dólares más. Los chinos más baratos, porque como hay tantos, yo a los chinos, ni les mato, les hago: «¡Ajjjjjj!», y les meto un susto… El susto no lo pagan, pero cómo te diviertes… Lo malo de los chinos es que como son todos iguales, si no te fijas bien, matas seis veces al mismo.

A mí es que las guerras me encantan, porque no es lo mismo que cuando te toca hacer la mili.

Como nunca hay una guerra, te aburres, y si hay una guerra, te dicen: «Estás defendiendo a la patria», que yo no digo que a lo mejor algún día haya una guerra, pero te tienen dos años haciendo la instrucción, y ni guerra ni nada, te pasas dos años pelando patatas, fregando perolas y limpiando retretes; sin embargo, con los americanos tienes la guerra asegurada, cuando no es en un país es en otro, pero tu guerra no te falta. Bueno, con permiso de ustedes voy a seguir matando, porque si se enteran en el Pentágono que no mato, me regañan.

Miguel Gila

Comentarios

  1. Es impresionante el trabajo que te has marcado, genial el aporte, y si se me permite me gustaria que vierais este genio del humor que para mi, de ayer y para la eternidad en mi memoria..
    Mirad el Video Aqui

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